Alejandro Pastrana Valls
Debates Presidenciales
Por Alejandro Pastrana Valls
Los debates políticos son un tema novedoso en la aún adolescente democracia mexicana. Los primeros debates televisados se centran en la competición presidencial de 1994. Cuestionados y muy criticados, éstos son apreciados como un intercambio de grandes actuaciones, meticulosamente diseñadas, para evitar el mínimo de errores. Sin embargo, los debates políticos son la prueba pública más visible de los aspirantes a la “silla presidencial”.
Los debates han estado en la discusión de la teoría política desde finales de la década de los cuarenta. Los televidentes, potenciales electores, señalan que los observan con detenimiento para aprender y sacar conclusiones reales (Sears y Chaffe, 1979). Estos son utilizados como instrumentos de generación de información para tomar la decisión de por quién votar y, además son indicativos de que tan bien o mal están los candidatos en los temas prioritarios.
Muchos académicos concluyen que los debates son sustanciales y tienen un efecto importante en las competiciones electorales, en este sentido evaluaciones de los ganadores y perdedores de los debates están altamente correlacionadas con el comportamiento electoral, sufragio (Shrott, 1990).
White (1982) argumenta que los debates, principalmente los presidenciales, cambian la intencionalidad de voto más que cualquier otro instrumento dentro de una campaña. Ejemplo de ello es el comentario del ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, cuando señaló que el “primer debate casi finiquitó la competición electoral” (Reagan, 1990)
Sin embargo, un porcentaje considerable de estudios en la materia siguen teniendo algunas dudas sobre el efecto de éste en las competiciones políticas. Holbrook (1994) concluyó que sólo en ciertas ocasiones los debates afectan a la opinión pública. A pesar de ello, Geer en 1988 encontró evidencia clara entre el desempeño en los debates y la decisión de voto.
Por lo tanto, los debates presidenciales generalmente tienen un efecto mínimo, pero significativo, en la decisión de voto. Los ciudadanos y, principalmente, el electorado, tienen actitudes pre existentes; por ejemplo, la identificación ya sea con los partidos o con los candidatos. Estas actitudes influyen sobre la percepción del debate y la encaminan a “inclinarse” a favor de la alternativa previamente apoyada (Lanoue y Schrott, 1991).
Por lo que, antes de cualquier debate, las campañas políticas tienen que ofrecer un “adelanto” sobre el desempeño del candidato en el debate. Por ejemplo, algunos estrategas electorales antes de los debates bajan considerablemente las expectativas del candidato, para posteriormente -en el post-debate- reclamar su éxito dándole un giro (“spin”) al resultado del debate. En esta lógica, las expectativas previas de los políticos son buenas herramientas para generar pronósticos sobre los resultados en los debates (Fazio y Williams, 1986).
En el fondo, las frases de los debates quedarán en el olvido; sin embargo, se recordarán aquellos momentos con mayor significado visual; ejemplos, muchos, únicamente hay que recordarlos. Al final, los buenos candidatos generarán resultados positivos en el debate y pos debate, incrementando así la probabilidad de ser los vencedores en la contienda electoral.
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