La sociedad, los empresarios y los gobiernos deben preocuparse por los niveles de satisfacción y felicidad de las personas.

La relación entre la riqueza y la felicidad se ha debatido ampliamente en la literatura académica. Varios estudios muestran una conexión positiva entre la felicidad y el crecimiento financiero y una correlación entre la alegría y el placer de un individuo, que están directamente relacionados con la intensidad del desarrollo y el progreso de una nación.

Además, los ingresos adicionales más allá de un determinado nivel no tienen un impacto duradero en el sentimiento de alegría porque nosotros, como individuos, podemos adaptarnos a diferentes situaciones.

La sensación de tener suficiente dinero es sobre todo una cuestión de carácter. Esto significa que algunas personas nunca se sienten seguras, y otras se sienten poco. El estrés considerable con los ingresos es qué hacer con ellos o cómo invertirlos adecuadamente.

Algunas personas son infelices porque tienen mucho tiempo pero no tienen dinero. A la inversa, otras tienen dinero pero no tienen tiempo. Por ejemplo, aunque los habitantes de las zonas rurales tienen unos ingresos inferiores a los de los individuos de las zonas urbanas, se declaran felices.

“El dinero puede comprar la felicidad" es una afirmación compleja y significativa con múltiples implicaciones.

En este sentido, el dinero es la principal razón para trabajar. Pero el dinero, separado de otros factores, no conduce a la felicidad y a la autosatisfacción.

Pero, ¿qué ocurre cuando consideramos el dinero como un instrumento de inversión? El riesgo de inversión puede modificar la relación entre riqueza, felicidad y satisfacción con la vida. Pero debemos analizar este argumento en detalle, y lo discutiremos en nuestro próximo post.