Elecciones Presidenciales
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Por Alejandro Pastrana Valls
Tercera elección presidencial a la que tengo el honor y orgullo de participar. Tres competiciones que han generado distintos resultados. Alternativas políticas que han tenido y tienen la oportunidad de comprender la función que deben de llevar acabo en la consumación del sistema democrático y, sobre cualquier cosa, promover las políticas públicas necesarias para fomentar el avance y el progreso de las familias mexicanas.
Mi primera participación electoral fue en la elección federal de 2000, la ruptura con la alineación política de más de 70 años trajo consigo un gobierno de derecha. Vicente Fox Quesada fue el candidato del Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM); obtuvo el triunfo con un margen mayor a 6 puntos, aproximadamente 2.4 millones de votos.
La elección, caracterizada por el uso amplio de los medios de comunicación y las descalificaciones personales, fue una disputa política entre las opciones de derecha (PAN) y centro (PRI). Este resultado electoral es citado en gran parte de la literatura en ciencia política como la culminación de la transición a la denominada democracia mexicana.
El gobierno del cambio, autonombrado por los simpatizantes del entonces presidente de la República, impulsó transformaciones importantes en el sistema de rendición de cuentas y en la forma de concebir la estructura de la administración pública, creando una mezcla entre las formas del sector privado y las necesidades del sector público. Sin embargo, el sexenio de Fox (2000-2006) será “injustamente” recordado por el último año, en donde su participación político-electoral en la contienda de presidente de la República, se tradujo en la contaminación de los resultados. Dicha intromisión, reactivó las mismas prácticas que él mismo cuestionó cuando estaba contendiendo por la presidencia.
La segunda competición electoral federal en la que sufragué fue la elección de 2006. La lucha política entre las opciones de izquierda y derecha se enfrasco en las campañas negativas, siendo el tema central la situación económica de las familias.
Esta elección, la primera después de la alternancia en la “silla presidencial” fue altamente competitiva, el diferencial entre el ganador, Felipe Calderón Hinojosa (PAN) y el segundo lugar, Andrés Manuel López Obrador (PRD, PT y Convergencia), fue de aproximadamente 0.5 puntos porcentuales, aproximadamente 240 mil votos. Esta cifra representa el 10 por ciento de la diferencia que existió entre Fox y Labastida en la contienda de 2000, subrayando la competitividad y la polarización política que existió en el país durante 2006 y los años posteriores.
Esto, aunque altamente interesante en el terreno de lo político, debilitó a la aún recién nacida democracia mexicana, pues las instituciones se tambalearon y los ciudadanos se paralizaron ante tan cerrada competición.
Calderón era visto como un modelo de continuidad de la administración foxista. Aunque alejado del grupo del ex presidente, la figura del partido en el gobierno siempre enfatizó que las políticas públicas y la forma de gobernar irían en el mismo camino.
El proceso de legitimación que llevó acabo Calderón durante su sexenio (2006-2012) fortaleció una nueva campaña contra el combate al narcotráfico, además, impulsó reformas en materia penal. En este sentido, fomentó la austeridad gubernamental y realizó reformas claves en el sector salud, impulsando la seguridad universal e incentivando el primer empleo. Sin embargo, esta administración se identificará por la crisis económica mundial; por la lucha contra el crimen organizado y por los problemas de sanidad ocasionados por la gripe H1N1.
La sinergia del cambio impulsado por la alternancia política y por la campaña de Vicente Fox culminó en días pasados, después de la competición electoral del 1 de julio. La oportunidad histórica de cambio que tuvo la derecha mexicana se esfumó y se convirtió en arma de doble filo. En este sentido, la candidata del partido en el gobierno, Josefina Vázquez Mota, fue percibida desde distintos ángulos; sin embargo, nunca trascendió como una propuesta realmente diferente.
La tercera elección en la que voté tiene como virtual ganador, después del conteo de los 300 distritos electorales federales del país, a Enrique Peña Nieto (PRI). Él aventaja al candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, por más de 6 puntos porcentuales, equivalente a 3 millones de votos. La competición aburrida, gris y sin el “punch” mediático de las campañas negativas se limito a las opciones políticas de centro e izquierda, dejando a un lado a la aspirante del partido en el gobierno.
El triunfo electoral del candidato de la alianza “Compromiso por México” está sustentado en la incapacidad del gobierno federal en desarrollar y consolidar el cambio deseado desde el 2000. Por otro lado, su más cercano contendiente, no tuvo los argumentos para cautivar a la población que lo ve con malos ojos desde los eventos electorales y pos electorales de 2006. Desgraciadamente, el candidato de las izquierdas está repitiendo el mismo esquema o patrón, sin darse cuenta que, siendo la segunda opción política, dejará un rumbo más complejo para Marcelo Ebrard o Miguel Ángel Mancera, quienes son actualmente los estandartes del movimiento progresista.
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Last Update: Dec. 9, 2024, 11:21 p.m.